La romántica de la aviación I


Es en el año 1903 cuando los hermanos Wright echan a volar su primer aeroplano. Construido en su taller de bicicletas, consiguieron pasar a la historia como los creadores del primer avión controlable, que ni siquiera era capaz de mantenerse en vuelo por sus propios medios, sino que, ayudado por una catapulta, pudo despegar a unos metros del suelo durante algunos segundos. Lo suficiente para demostrar que iban en la buena dirección.
Posiblemente no fueron los primeros en conseguir que una máquina más pesada que el aire volara, pero sí que pudiera ser controlada por un piloto a través de una serie de partes móviles que provocaban el alabeo del avión. Unos años después, en 1908 ya transportaban a su primer pasajero. Poco más de un siglo separa el liviano vuelo de su aeroplano (como lo denominaron ante la oficina de patentes estadounidense) de 35 kilos de peso, al majestuoso Airbus A380 que se va al aire con 573 toneladas y es capaz de recorrer 16.200 km en un solo salto.


Aquella hazaña fue el pistoletazo de salida de una carrera donde todos los países del mundo competirían por hacerse con las mejores máquinas voladoras. Y no tanto por el uso civil o comercial sino por lo que suponía para un ejercito contar con esos artilugios aéreos que le situaban en una posición ventajosa ante el enemigo.
Tanto es así, que en todas las guerras que han estallado en los últimos 100 años, la aviación ha sido determinante para la victoria. De hecho, el primer avión a reacción de uso militar lo puso en vuelo Alemania durante la Segunda Guerra Mundial y no fue hasta principios del 1944 cuando pudieron empezar a volar. A Hitler le cogió ya muy tocado y no supo valorar antes la supremacía de un reactor con respecto a los cazas de hélice de sus enemigos. Eso también ayudó a su derrota. Si hubiesen empezado a volar dos años antes, ahora la mitad de la población del planeta habría sido exterminada por este paranoico y nefasto individuo con su ridículo bigote al estilo Charlot. Gracias a Dios no fue así.
Las enormes inversiones en aeronáutica por parte de las grandes potencias han hecho que esta industria desarrolle un avance exponencial comparado con el resto. Siendo pioneros en I+D, se han desarrollado los sistemas más avanzados, trasladados después a otros sectores como la astronáutica, automoción terrestre, la alta competición deportiva del motor, etc.


Ahora, 111 años después de que Orville Wright se pusiera a los mandos del Fliyer I, analizamos la situación y vemos lo importante que ha sido la aviación en nuestras vidas. Cómo ha conseguido unir ciudades en apenas unas horas, cuando antes se podían tardar semanas en llegar. Se han recortado los tiempos de traslados en emergencias sanitarias y trasplantes de órganos. Para la extinción de incendios, los medios aéreos son imprescindibles. Rescatar a un alpinista herido a veces es una misión imposible sin el apoyo de un helicóptero. La oficina más segura del Presidente de los Estados Unidos no es un bunker, es un avión, el Air Force One, todo un emblema de la nación.



 
Ante cualquier catástrofe, la población es evacuada rápidamente por el aire, y por ahí llegan también las primeras ayudas. El famoso actor John Travolta, quien se define a si mismo como piloto de profesión pero de oficio actor, posee varios aviones que pilota, entre ellos un Boeing 707 que compró a la aerolínea australiana Qantas y que usa como avión humanitario siempre que alguien lo reclama.
En cambio, como en casi todo, aquí también hay una cara oculta. Los desastres aéreos. Es la parte fea de este apasionante mundo. En los accidentes aéreos se registran siempre la mayor cantidad de víctimas. Los ataques militares más sangrientos se han producido por aire, como el de la base de Pearl Harbor en 1941. Apenas 4 años después, un Boeing B-29, bautizado como Enola Gay dejó caer sobre Hiroshima la primera bomba atómica.
El terrorismo islámico utilizó aviones para provocar el mayor atentado de todos los tiempos, el 11 de septiembre de 2001.
Y estos días hemos vivido la doble tragedia de los dos Boeing 777 de la compañía Malaysian Airlines, uno desaparecido en extrañas circunstancias y otro derribado por un misil cuando sobrevolaba una zona en conflicto.
A pesar de estas tragedias, si ponemos en una balanza las ventajas y desventajas, está clarísimo hacia donde se va a inclinar hasta que el platillo toque el fondo.


Todo esto, lo bueno y lo malo, ha hecho que en la mayoría de los acontecimientos históricos siempre aparezca un capítulo donde la aviación es protagonista. De una manera o de otra, ha marcado nuestras vidas. Acontecimientos que siempre están presentes, leyendas que han ido pasando de padres a hijos, consiguiendo así, que este mundo sea visto como idílico, lleno de pasión, libertad y aventura.
Admirados son personajes como Charles Lindbergh, Amelia Earhart Manfred von Richthofen, Antoine de Saint-Exupéry, o los españoles García Morado y Carlos Haya, por nombrar algunos de los que han pasado a la historia por sus logros, destreza o valor al mando de sus aeronaves.


En definitiva, el gran invento del siglo XX fue ese aeroplano que dos hermanos, fabricantes de bicicletas, un día soñaron con echar a volar. Así empieza la romántica de la aviación.

Comentarios

Entradas populares